CONMOVIDO
Conmovido
Lloro y río
Al paraíso turquesa
-¡Mi padre ha perdido el juicio!-
Conmovido
Río y lloro.
Y en la mañana sin culpa
-Desdormido-
De trabajos bulliciosa,
A la dignidad, al Hombre
Con lágrimas les sonrío.
Mi mejor amigo me habla,
Me mira, no me ve solo,
Conmovido.
O en la saciedad del sexo,
Del
amor,
Huelo a ellas y estoy solo.
AMO Y CULPA
...y ahora el brillo del Amor
en halos de Luna Culpa.
- Amor
físico por Dios
en el
tacto de una pulpa.
... y ahora el túnel del Amor
en besos de prostituta.
- El
vestigio de Midons
en la
carne de otra fruta.
...relaciones sexuales
con mujeres diferentes
pero en la misma jornada:
- Dama
blanca no me escribe,
Negra
dama no me llama.
...visillos
atravesados
por los
faros o la Luna
- fingen faces diferentes
mientras beso sólo a una.
AUTOBIOGRAFÍA EMOCIONAL DE UN PORRO
Antes de que Dios me hiciera
Yo era solamente polvo,
Papel totalmente en blanco,
Hebra, madera, semilla.
Luego ya me fui enrollando;
Llegaba mi adolescencia
Entre crujires de mezcla
Y embestidas delicadas de ese filtro.
Me iba armando de valor para encenderme
Entre golpes por delante
Cada vez más penetrantes
Y un hedor íntimo, femenino.
Entonces fue lo de mi operación:
Tenía ya yo la edad de la razón
Cuando me cosieron el pito
Y me zarandearon (creo) por consolarme…
Y de súbito, con ansia,
La ignición y la chupada por la espalda.
Entre caladas diversas
Se consumiera mi vida.
Cada vez más ennegrecido
Fui ribete , voladizo y
anchos óleos.
El culo cerca de la boca,
Llegué a un estado lamentable.
Aún así me siguieron succionando.
Y yo quería sólo que me dejara de temblar el corazón,
Que me tirasen al suelo hecho colilla.
Seguí ardiendo hasta el final cerca de un charco.
INMACULADA CONCEPCIÓN
Un día si quisieras, Concepción,
Amor mío, en otra tierra
Inmaculada
Con sus rivas y ribera
De la cruz,
En un tiempo más intenso
Que en este ardiente presente,
Sin mácula concebir
En la noche luminosa
De mi vela,
En la siesta anaranjada
De tu nimbo
Niña o niño.
MADRUGADA DE UN DESVELO
En la noche angustiada,
con temor y temblor ante el fondo sin fin de las tres y las cuatro de la
madrugada, con miedo de espectros, todo erizado en el espacio entre muebles,
igual que el niño que lucha por rezar y se debate primero entre sábanas, luego
en el furtivo recorrer de pasillos y habitaciones misteriosas con sombras
todavía de los sueños, pidiendo a Dios que detenga este pánico, sintiendo que
en realidad nunca quiero encontrarme con Él, sintiendo que al mismo tiempo es
Él quien causa el pánico, que Él es el Pánico.
Sintiendo que en realidad
me da miedo encontrarme con Él, que no
me gustaría hacerlo solo, ni de noche; sintiendo que en realidad me da miedo vivir a la altura de su
radiación, notar su mirada sobre mi imagen y en mi alma en todo momento, que
prefiero la mediocridad, mundo insulso habitual del pequeño hombre, no del
prodigio, la mano izquierda vibrante como si fueran a estallar mis pulsos, mi
cabeza volviendo, lamentable, a sus pequeños asuntos negativos del día.
No del prodigio. Se diría
que ahora ni siquiera quiero creer en el Supremo y que no sé rezarle más que
cuando me asusto tanto y sin embargo la voz de mi conciencia es nítida por su
destinatario y por la claridad de su
declaración in mente, ¿creo y no
creo?, ¿Le amo y me aparto? ¿Le busco y le temo?
Y no puedo preguntar “¿qué
es lo que quieres de mí?” porque lo sé;
quieres que me entregue.
De modo que en la noche
angustiada, temblando agradezco que se oiga algún ruido humano normal en la
casa de abajo, el muelle del somier del dormitorio contiguo del otro edificio y
que mis ojos completamente abiertos pasten su alimento ininterrumpido de
sombras familiares: el resplandor de la calle sobre la pared violeta.
Comprendo que los niños
tengan miedo a quedarse solos de noche por si se les aparece un fantasma, que
es normal que los adolescentes rompan el silencio charlando o poniendo música.
Que mamá no pueda coger el sueño sin el auricular de la radio –que es una
especie de gusano gritón que le hace compañía. Me imagino el terror a dormir
sola de Maruja. Y el miedo a perder la memoria y el control de los propios
pensamientos de papá. Me parece que comprendo la raíz de todos los miedos e
imagino el miedo a la ceguera…
Entonces Te suplico de
todo corazón que no se manifieste, coloco su libro sobre el retrato de la Tía
Alta (pues no me atrevo a quitarlo de la mesita), leo el más trivial Hijos
de Torremolinos (Mozambique) hasta caer en la inconsciencia, acercándome al
límite con el sueño, ¿es ese el límite donde se experimenta el viaje astral?
Pero según Tú no hay nada de bueno en el plano astral sino sólo a partir del
etérico.
Y también hay un momento
en que tras reflexionar, tras intentar imaginar el éxtasis, en la emoción de un
encuentro conTigo, me quedo clavado con los ojos sobre los visillos, como
ciego, sereno, y durante varias respiraciones ,
estupefacto, no albergo ni un solo pensamiento .
HIJOS DE TORREMOLINOS
Me gusta Torremolinos... El junkie andaluz
nativo
recibe un chaparrón de hostias el domingo
24
de Hannuahr
del 2004
del señor con acento castellano, semivasco
semicalvo, de ojos claros,
casi casi autofulgentes
aun cuando La Colina en sus trece
plantas,cerca de las doce,
apenas ha todavía despertado, ya la señora
madre del drogadicto local clausura
su tienducha
y ¿lo que me ocurra importa?
Me amazes Towémolinos y su mezcla de
spaniards
con spinenglish,
idiolecto: carihuela... y camareros
hablan mayormente en alemán de Maguncia
con tornasoles provenzales y franceses
adornados
con alguna guinda british...
Calidad excepcional en los servicios hosteleros.
¿Lo que yo sentencie, importa?
A los hijos de San Jorge les repugna un
poco
(no pueden disimularlo)
el moro que pasa cargando el cuerpo
colgón pero yerto
de un cordero pa su fiesta del cordero en
bolsa verde…
Me asombra Torero Linos... y lo que me
asombre ¿importa?
Ellos aunque cuiden de su yorkshire o perrinche
no fueron
benevolentes con cerebros
alimentos
de cerebros de terneras
y mi odio hacia Inglaterra ¿a quién le
importa?
No van a comprar más Shivas
tallados en cristal de su forma de cuatro
brazos
en la Om jewellery de la calle San Miguel
a indios de nombre Krishna.
Y lo que me gusta importa:
Me gusta la flor de enero
temblando en Torremolinos aunque no conozca
el blanco de la Edelweiss ni si este
pentágono morado
es o no es una dhalia y ella es
...
lo sepa o no, ¿su nombre importa?
Baja el viejo finlandés de Shangri-La con
un ojo vaciado
o blanco que yo no puedo mirar
a eso de la una en busca
de su paquetilla de ducados overlooking a
la bella.
La bella flor no mira hacia su ojo en
blanco.
¿Y lo que yo mire importa?
Este pequeño suceso anecdótico de Tu
continuo proceso
hace que me repantingue un poco en la
recacha del sun
para disfrutar
de un puerro.
Así da gusto fumar:
Aun en el semicaliente paraíso hay una
insinuación de frío
como en el piso de al lado del que vio un
asesinato.
¿Y lo que me fume importa?
Hasta en las playas de Flow-Coast donde se
fomentan
desde hace dos siglos
las primaveras del amor y el invierno
inexistente,
los restos de tempestades gélidas de
Toronto
nos azotan algo profundo, y el aire
es hiriente como un Tour de Rhemolinos.
Me importa charlar del tiempo; para mí no
es small talk.
¿Y a ti esto qué te importa?
Me gusta Tor de Pollinos donde mi
atención se reparte
entre las
naturalezas vivas de flores de flamboyants, daturas,
muchos paloborrachos y espinosos,
la espalda juguetona al sol de una gata
pelirroja
y los senos un poco caídos, aún bellos, de
mujeres
sureñas de 45 años
con pezones desabotonados o lisos tras sus
leves
camisetas de tirantas.
Me gusta este Do Re Do Mi Do
donde me olvido
cerca de dos horas y media
de mi verdadero amor
por los ojos de galadsia de un
marino.
Dice que él no pudo estudiar
más que un año.
Que se crió
en
granja del Guadalhorce
mucho antes de que existiera el polígono.
Que sólo con su mujer lo hace sin
preservativo
y que lleva con ella 25 años.
También recordamos cuando éramos pequeños
y sólo sabíamos jugar al fútbol; fue antes
de que americanos
nos enseñaran
el basketball y el voleo y el hockey
y el balonmano.
Lleva una boina francesa, físicamente
idéntico a Zeus,
el pelo muy bello, blanco y los ojos
grisverdosos como el mar en mareas
turbulentas y turquesa.
Conoce perfectamente la costa desde Torre
hasta Estepona.
“De todo hace ya 25 años”, sentencia muy risueño.
Es un hombre muy hermoso de 50 y yo me dejo
invitar
por su amigo;
en este bar-madriguera pequeñísimo
donde me olvido…
me he quedado sin dinero
¿y lo que me quede, importa?
Me gusta Torremolinos y sus hijos (la
noruega,
Cato, una inglesa de Vwarda, un israelita...)
Y eso que me gusta ¿importa?
(Y escuchar a medianoche en el umbral de
San Juan a un pescador
refiriéndose a la influencia sobre los
peces de Luna).
Y borracho y trasnochado en pleno día,a las
cuatro de la tarde, recordé,
-caminito sin saberlo
hacia
noche complicada en policía, detención y calabozo-
que en hoteles five stars
donde las fuentes descienden
por las paredes de mármol de los lobbies,
escuché en labios de Sat
las verdades siempre nuevas de los Vedas.
EN EL PUERTO DE LA DUQUESA
Había una sesentoncilla de lo más
interesante en una esquina de la barra, tal vez escandinava o descendiente de
alguna dinastía de Moldavia. Sonreía de continuo como si todo en la vida fuese
perfecto y un brillo de picardía verde le entretenía los ojos de una variedad
de destellos cada vez que cruzaba alguna palabra con el pipiolo del camarero,
un atleta de plástico con el pelo rizado y gris, no llegaría ni a los 55.
La dama lucía unos muslos que para sí
quisieran algunas adolescentes y sus brazos aurirrosados estaban muy lejos de
parecer telas colgonas. Por educación no quise fijarme en el bulto de su torso
pero fue inevitable comerle los pechos con la vista cuando me lanzó una franca
y directa sonrisa de dominio: "Tú allí y yo acá y ya veo
que me estás admirando como tantos".
El bar-man no era más que un crío sin
experiencia y se hacía el simpático con ella sin dejar de devorarla con los
ojos. De vez en cuando, la bellísima extranjera hacía el mismo gesto
inconsciente que hizo después de sonreírme a mí a lo "Noli me
tangere": Es decir: sacaba pecho
hacia arriba y respiraba a pleno pulmón el aire de la Costa. Menudas tetas
tenía la madurita de sesenta.
Pedí otra cerveza de 3€ procurando respetar
el amplio límite espacial de la Reina; ella leía para sí una estrofa de un
libro de Paul Celan violeta, y seguía encantada con su soledad...
Hasta para servir una consumición se notaba
que al chico le faltaba mundo, era un recién llegado al planeta y su candor, su
confianza en todo lo convencionalmente bueno, me parecieron por completo
lamentables. Pobre chaval, me lo imaginaba humillado, corneado y burlado por
Muslos Perfectos al menos de 10 maneras distintas. Y en mi fantasía la sueca (o
lo que fuera) siempre sonreía con 10.000 reflejos en sus fascinantes ojos
verdes con incrustaciones de ámbar polaco.
En esto irrumpió una septuagenaria morena y
altísima y fue como si se apagasen todas las demás cosas y almas de la tavern. Venía escoltada por un séquito de
sesentones que se hacían los mayores y hasta se las daban de refinados, pero
que bien se veía que no eran más que unos niñatos de Bristol o de Galway presumiendo de sus camisas de lino.
La recién llegada repartió besos y abrazos
que evidenciaban su conocimiento de la libertades de los 60: Se detuvo especialmente
con un anciano que llevaba en el cuello un parche con un punto negro y hablaba
a través de un amplificador de la tráquea. Le hizo todo tipo de caricias
mientras que a los bíceps del camarero semi-maduro no les dedicó ni un vistazo.
El viejo sonreía nervioso, very very excited. Tal vez estas
alegrías acabaran por rematarlo. Ya iba en silla de ruedas, con mascarilla de
oxígeno, suero, bolsa fecal e intubado. Pero no renunciaba a los bares.
Tal es la tolerancia en la Costa: No
parecía preocupar a nadie que aquel enfermo terminal expirase en el pub si esa
era su elección. O su erección.
Se
veía desde lejos que aquel bellezón nacido en los tiempos de Hitler y de Leni
Riefenstahl, estaba habituada al
esplendor físico: sus hijas, sus nietas, sus biznietas, quizás sus tataranietas
habían heredado su constitución ajena a los estragos de la edad y ella les
habría inculcado -no se podía dudar al ver sus párpados morados de sabia
zíngara- todos sus hábitos saludables en lo relativo a nutrición, helioterapia,
respiración yóguica, gemología y sexo tántrico.
Su vientre desnudo, sin la menor estría a
pesar de las múltiples concepciones, partos y embarazos (36 entre unos y otros), esa bahía engendradora
de vida, me provocó una erección severa
cuando saludó a la Muslos de Moldavia.
Porque esta última, mientras se besaban en
los labios, le puso una mano en su ombligo aceitunado, con una insinuación
lésbica que me llevó a imaginar toda clase de indecencias en las fiestas
privadas de las mansiones de la Sierra (a algunos kilómetros del mar, como si
quisieran recibir su brisa pero apartarse de su bulla). Y pensé que entre las
dos sumaban unos 130 años, que ya es decir.
Era aquella mujer asendereada una mezcla de
la hermosura de Cher con la vitalidad de Tina Turner y las altas caderas de
Beyoncé, pero incluso ella pasó a un segundo plano (cosa que me pareció
imposible, tan embobado estaba) cuando entró al bar del puerto una mujer
menuda, timidísima que no llevaba en el mundo menos de 8 ó 9 décadas.
A su lado las otras dos beldades se
eclipsaron como cuadros mal acabados, aún frescos, hechos deprisa y
corriendo...
Se parecía por su presencia y sus ojos de
gacela mágica a Audrey Hepburn o al busto de Nefertiti pero habiendo alcanzado
una extensión en años que la actriz aristócrata nunca alcanzó y una sabiduría
del mundo superior al que pesa sobre los párpados de la reina de Egipto. Era la
Princesa del cuento, el Hada Madrina, La Emperatriz Infantil, Cenicienta en su
ancianidad.
Su simple presencia calmaba las penas del
corazón. La contemplación de sus rasgos era un bálsamo para el alma.
Renuncio a describir el cambio de clima que
produjo su aparición; sólo "auras" tan destacadas como las del Dalai
Lama, el Papa, Presidente de los EE.UU.
o Seleccionador Nacional de Fútbol podrían aproximarse. Pero había algo más que
no acierto a precisar. Era tal vez el espíritu de todas las féminas pasadas,
presentes y futuras lo que se había condensado en aquel ser tierno, y una
tendencia automática a la ternura y a la servidumbre. Nunca existió ni existirá
una dama como ella.
Lo más narrable fue la reverencia con la
que la escandinava de las bellas piernas tanto como Cher-Tuner la obsequiaron
cediéndole el protagonismo sin que ella hiciese nada más que abrir sonriendo
sus largas pestañas de curva sentimental. La Belleza estaba discutiendo con la
Edad; el Orgullo con la Memoria: La Historia de las Provincias Unidas de Europa, la Resistencia, el Teatro de Londres,
los campanarios perfumados de
Bruselas, los jazmines de Hollywood, el
misterio de Orión y de la Gran Pirámide, emanaban de aquella joya humana con
brazos y piernas. No parecía rondarla la enfermedad ni la muerte, y su
sumiller -un fornido alemán que había
participado en la Guerra de Indochina- se mantenía de ella casi a dos metros.
Como todos: La ochentona , -monísima-,
parecía despedir la radiación de la bomba de hidrógeno. Algunas veinteañeras
asediadas minutos antes por sus novios
en las sombras de los reservados, parecían ahora verdaderas ranas, repugnantes
cornejas de piel tersa, jóvenes alimañas, monstruos de enloquecida
vitalidad a su lado: meretrices sin
curva ni recoveco.- Y comparados con el cuerpo enteco y pulcro de la
octogenaria, pulido por las vivencias,
fragante...; los cuerpos de las jóvenes eran grasientos como los de sapas.
Recé todas las oraciones que me sabía por
no tener más que 26 años y estar asistiendo en el Puerto de la Duquesa (Málaga)
a estas epifanías de la Tercera Edad triunfante.
Casi me desmayo cuando abrieron las puertas
para que pasara en camilla la centenaria. ¡Estaba requetebuena!
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